LAMENTABLE ACTUACIÒN DE RUFIÀN Y MATUTE, AYER EN EL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS.
El honor del 78.


Tiempo habrá, por supuesto, para que el animal eche a correr y se pierda de nuevo en la espesura de los sueños. Desde luego será Rajoy quien contribuya a ello si avanza por la senda reivindicativa y arisca que marcó en su intervención, nada que ver con el jardinero del consenso que había abocetado el miércoles y el jueves. En tono duro avisó de que no piensa demoler lo construido. Aitor Esteban se lo reprochó, pero luego Sabino Arana se apoderó de su garganta y perdió unos minutos preciosos disertando sobre la nación vasca. Era innecesario aporrearse el pecho ante un rival tambaleante, por mucho que haya conquistado la admiración indisimulada de Iglesias, más asténico que otras veces. Rivera ajustó cuentas: «Una mala noticia, señor Iglesias: a partir de ahora hay que trabajar».
El mejor discurso de una sesión por lo demás infame lo pronunció Ana Oramas. Sin papeles, dominando la tribuna, llamó a recuperar la dignidad de las Cortes y deploró que unos muchachos pudieran atesorar a su edad tanto odio y tanto rencor. Se llevó el primer aplauso de la cámara, preparando lo que pasaría después. La abstención hiere al PSOE, sí. Pero no es un martirio sin esperanza como el de Sánchez. Saldrán de las catacumbas en el mismo momento en que los topos de la antipolítica compiten por volver a ella.